Con un repertorio dominado por canciones de The Beatles, “MacCa” sorprendió por su cercanía y gran desplante escénico. Un potente regreso al país, con casi tres horas de un show que se llevó todos los laureles, un Estadio Nacional prácticamente repleto. 51 mil almas congregándose en torno a la legendaria figura del ex Beatle, en lo que fue su cuarta visita al país (la del 2014 valió por dos, ya que hizo dos Movistar Arena a máxima capacidad). Dentro de esa inmensa cantidad de público, los penquistas no estuvieron ausentes (me incluyo), disfrutando a concho las 2 horas y 39 minutos de show.
Programado a las 21.00 horas del 20 de marzo -la gente comenzó a llegar desde bien temprano a las puertas del recinto deportivo más grande del país-, el esperado concierto del británico estaba cargado de variadas expectativas, ya que se trataba de la primera parada latinoamericana de su tour “Freshen Up”, y que promociona su exitoso último LP “Egypt Station”. Expectativas que fueron cumplidas con creces, y mucho más. No cabe duda que dentro del extenso setlist -37 temas en total- interpretado las más aplaudidas fueron los temas del catálogo de The Beatles, mención especial a “A Hard Day’s Night” (con la que abrió la memorable noche), “Blackbird” (interpretada de manera magistral empuñando solo la guitarra), “Something” (con una hawaiana introducción hecha a ukelele), “Back in the U.S.S.R.” (haciendo bailar a la mayoría de los asistentes), “Let It Be” (la que hizo que se encendiera todo el estadio con las luces de los celulares) y “Hey Jude” (que causó el momento más épico y culmine de la jornada, con un coro que perpetuó por un instante eterno el ‘nanana na hey Jude’).
Destacadas y también sorprendentes fueron los temas “Let Me Roll It”, “Maybe I’m Amazed “, “Band on the Run” y “Live and Let Die”, esta última incluyó estruendosos y coloridos fuegos artificiales, los que dejaron sordos incluso al propio “MacCa”. Mención al margen fue el saludo al Presidente Piñera previo a la interpretación de “Queenie Eye”, que provocó una reacción negativa en buena parte de los presentes.
Y cuando todos pensábamos que había terminado, luego de 33 canciones y con el repertorio que ha llevado por parte de Canadá, Japón y Europa interpretado en su totalidad, y varios ya nos retirábamos, McCartney saltó al escenario junto a su banda y las banderas de Reino Unido y Chile. Regreso y encore en que se despachó “Birthday”, “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, “Helter Skelter”, “Golden Slumbers”, “ Carry That Weight” y “The End”, estas últimas, tres al igual que en el álbum “Abbey Road”, tocadas de corrido y como una sola gran canción. El perfecto final para una perfecta noche con un pedazo de la historia de la música y el rock como lo conocemos como tal.
Una jornada en que quedó en claro la pericia y “carrete” musical de Sir Paul McCartney, pasando de un instrumento a otro con total naturalidad. Si bien esta experiencia dada por los años le ha deteriorado en parte su voz -se le hace difícil el llegar a los tonos altos de algunas canciones-, no cobra mayor importancia ante el desplante escénico del inglés, quien en ningún momento mostró signos de cansancio o tedio ante lo extenso del show.
El carisma también fue parte del repertorio, comunicándose constantemente con el público y gracias a un “torpedo” en el piso hizo gala de su simpatía usando palabras típicas chilenas -aparte de “bacán”- como chiquillos y chiquillas. Una verdadera fiesta familiar que convocó a diversas generaciones, ya que si bien el gran grueso del público fue adulto joven, había mucha juventud, niños y niñas coreando al británico.
Un grande de la música mundial que había que ver en vivo y proyectando que esta será su última visita al país, ya que con sus 76 años de edad y considerando que tuvieron que pasar cinco antes de volver a Chile, es difícil que el ex Beatle se embarque en una nueva gira mundial. Ojalá que me equivoque y volvamos a vivir esta gran experiencia, fundamental para los amantes de la buena música.
Créditos: Mauricio Maldonado